¿Cuál es la dimensión del problema? ¿Cuántas personas experimentarán en algún momento de su vida una crisis de salud mental? ¿1 de cada 4? ¿1 de cada 40? ¿1 de cada 400?
La respuesta correcta es la primera. Nada menos que 1 de cada 4, un 25% de la población. Hoy por hoy la salud mental -y, por supuesto, la enfermedad mental- siguen siendo casi invisibles. Es decir, padecen de invisibilidad. Y a la vez, paradójicamente, padecen también de una visibilidad distorsionada. Por ello, afrontar este problema de una manera clara y abierta es fundamental.
Que nadie camine por mi mente con los pies sucios es el resultado de un proceso creativo llevado a cabo con diez personas con diagnóstico de enfermedad mental, dos profesionales de la psiquiatría, dos actores y un músico profesionales, y propone una reflexión sobre el estigma y el autoestigma que conllevan las enfermedades mentales.
El espectáculo se construye a partir de sus experiencias personales en una dramaturgia ágil y con momentos de comedia, que propone un lenguaje teatral no convencional, con gran contenido visual e influencia del arte de la performance.
Esta reflexión se plantea también más allá del escenario, con diversas acciones performativas, como el etiquetado de espectadores en ‘loc@’ o ‘cuerd@’ (evidenciando el estigma que conllevan estos trastornos), la prueba de las contenciones mecánicas por parte del público, sumándonos a la campaña #0CONTENCIONES, que pretende acabar con esta práctica en la red de salud, o la sucesión de exposiciones ‘Un día, un@ artista, una obra sobre salud mental’.